viernes, 21 de septiembre de 2007



IEl rito del mito

Los recuerdos y vivencias construidos, se convierten en mitos, al darle siempre la garantía de la duda.

Un pueblo fantasma, en la que las fisuras que genera cada habitante en la invención del pueblo aun, se distinguen como una única e irrepetible marca, que condena a los afectos a permanecer impregnados en el modo y las formas de cada historia, cada mito, cada objeto.

Una cadenciosa resonancia, se empapa de las historias de bares, de chismes cocina, de risas y miedos. Como dice Ruiz, “ese murmullo que caracteriza a nuestro país”, es acá ensalzado manipulado moldeado y procesado como curador de este museo, y la historia cimienta la forma de este lugar.

El rito de iniciación, es un bautismo que no es en agua, sino en verbo, y sobretodo en adjetivos.

Los rumores se hacen tan fuerte en este lugar, es tan intenso, que traspasa la barrera de la muerte. Los muertos caminan entre los vivos, juegan con ellos, siguen emitiendo juicios.
Aun es posible saber si a la bisabuela, de la cual sus huesos yacen en el cementerio hace algunos años, le caes bien o mal, se enoja si tomas sus cosas y aun su pieza es de ella y esta cerrada con llave.

Así el mito y la realidad se funden, y se convierte en un mundo donde no importa que lo que se escuche sea objetivamente real, solo importa que se escuche algo, que pueda reunir y consolidar como de un acuerdo la historia de este lugar y rescatar la vida misma ensalzada como objeto de observación.

Cada habitante posee una característica especial que los hace fundamentales para la fabricación del lugar, para armar como un entre unificado y potente a este lugar.

Son los afectos y las relaciones, cuanto cada uno puede mezclarse con la vida del otro, el tejido afectivo que existe entre cada fibra, las que traspasan a todo oficio.

Las labores no tienen un tiempo, ni un lugar, tienen un personaje, entonces el oficio se convierte en un marco, donde quien encuentre algún objeto utilizado por el personaje, se acordara no de cómo soldaba, ni de cómo trabajaba, aun cuando ese objeto tenga una directa relación con su oficio, se acordaran del por que lo querían tanto o el por que la señora lo dejo.

Pero aun así no es el mismo personaje lo que cuneta, no es un recuerdo nostálgico, es un recuerdo de resurrección.
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“CH” tiene una vida que todos conocen y de la que hablan, pero en que se centra la atención no es en personaje sino del relator, cuan bien o mal se sabe la historia, con cuanta gracia la cuenta y como hacer que este vecino a que vemos diariamente, es después de todo, un personaje de una novela. Cada uno es un narrador de los mismos narradores y así la tradición oral se hace cargo de distribuir masivamente estas vidas, que pululan en el aire .

Entonces cada uno se transforma en objeto de observación, en una pieza de museo un museo vivo. En el que el mas mínimo movimiento, es percibido atrapado y retenido, como un tesoro que se transforma en historia y cada objeto producido por alguno de ellos utilizado se llena inmediatamente de valor como un relicario.

Se genera así una protección, un resguardo, en el que es el mismo pueblo es una casa, donde las calles son pasillos, las casas piezas, la plaza es el living y todo el lugar es un gran hogar. Donde no existe una diferencia entre el dentro y el afuera, es una densidad de recuerdos que no se separan. Las casas y las calles son tan privadas como públicas y de igual modo, la vida de cada habitante, es del pueblo.

Se convierten las casas en relicarios, un museo, donde las cosas que están en ellas se exponen y cada una tiene su historia, y la imaginación activa de los habitantes les regalan a estos algunas vidas enriquecidas de puesto que el lugar de transito es la casa y el de permanencia son las calles.

Tal vez no sea una casualidad que el museo de este lugar haya sido la iglesia de Contulmo

La naturaleza se interna en la ciudad de una forma tan perfecta y armónica que es capaz de sostener esto como parte de ella misma.
Aunque sus calles estén pavimentadas y las aceras construidas, no irrumpe en este epicentro de recuerdos, las personas y los árboles pertenecen la misma naturaleza observable, y así como la madera lleva incrustada en la piel , un recuerdo fehaciente de un tiempo, de un clima y una historia, pero que además es el hogar de duendes, nomos ninfas tetues, e historias como la del lago de los padres, donde se desata una realidad paralela en la que se le da una explicación emotiva a cada, así como los habitantes, no solo nacen crecen se desarrollan y mueren, existe una etapa que continua de sus vidas, que es el recuerdo así como nos admiramos de la belleza de las vetas del roble, que podemos ver debajo un barniz de la mesa, así podemos contar las historias del maestro isla.

Historias que en otro lugar no serian de ningún modo aceptables como realidad, en este pueblo son aceptadas como tal. No existe una preocupación por la realidad objetiva eso es lo que menos importa, importa si el modo en el que es contada la historia y en quien es capaz de transmitir mas sabrosamente el relato.

Es esta excesiva preocupación por la forma contiene al pueblo en una atmósfera mágica de cuentos, de personajes y de relatores que conviven de un modo tan natural que se eleva todo en un solo paso a esta realidad paralela, y nos convertimos en una pieza más del museo, de las casas con nombres del teatro. De la ciudad

En la conciencia de pueblo como reliquia histórica, se condensa la naturaleza de la memoria, en objetos que reconstruyen la vida, de los que siguen en este lugar y que constituyen nuestra memoria colectiva y nuestra memoria colectiva los reconstruye para formar parte de este museo viviente.

Por medio de estos mismos objetos reliquias, mantenemos y retenemos un pasado cercano, invocamos mediante la maquina de cocer o los frascos de primer doctor en Contulmo, las historias, los afectos y las acciones de un pueblo, para conocer, entender, la verdadera identidad de un lugar que posee casa con nombres y muertos mas activos que los vivos.

En el último período de la vida en el que nada importa, por que no hay nada que perder ni nada que ganar. No existe un sentido común que distinga de lo real y lo irreal por que no existe un futuro solo un pasado que se repite en la inconciencia.

«Cuando mi coneja murió, al tercer día resucitó, me dijo que la vida existía por un error de la circulación de uno de los protones que circundaban una masa que ahora llamamos tierra, las formas se creaban gracias a el endurecimiento de las capas traspasadas, que, en el roce de constante sobre un punto se crea eso que llamamos memoria, una hendidura que endurecida va quedando como una marca, una cicatriz, en la superficie. El la cuña provocada queda permanece y esta permanencia se llama memoria. En la permanencia de las cosas, se transforma en forma, y la forma es memoria y la memoria es ser. Es la memoria personal de cada objeto es la que la nombra la que las crea y que contiene al significado y significante como una entidad»


Y en la conciencia damos cuenta de que ya nada tiene mayor importancia que los recuerdos y a cuantos se los puedes dejar.




2 comentarios:

J+L dijo...

cristal, me encanta este trabajo que estás haciendo, tienen una nostalgia y una melancolía maravillosa, sobre todo me impacta el cuadro del señor +f creo que se llama, con una postura desgarbada casi indiferente. Desde este lado de la computadora me siento feliz de que hayas encontrado un lugar, no físico sino que mental para realizar tus trabajos, un lugar que se nos hace muy dificil encontrar, estoy feliz por ti y por ese lugar que conocí a partir de tu trabajo,
te quiero y te felicito
un beso
coni j+l

Dennis Meyer Plaza dijo...

wow. cristal bakan todo.
un beso.
dennis meyer